La columna de acivico sobre la nueva colección de mon_velarde
Gracias Aldo
¿Acaso nos hemos convertido en los observadores involuntarios del colapso del planeta? “La humanidad tiene fecha de vencimiento”, me dijo en estos días un amigo con un tono angustiado, mientras comíamos un plato de pasta, seriamente preocupado por la degradación del planeta. No importa cuál sea el tema de la conversación, al hablar hoy en día de ecología, política o finanzas internacionales, el interrogante que me queda es si nos estamos volviendo testigos del fin de los tiempos, del apocalipsis. ¿Pero todo final no es un anuncio de algo nuevo? Es decir, ¿no es el final sinónimo de evolución, siendo la muerte quizás el ejemplo más claro y dramático?
Entonces, quizás la pregunta no es tanto, o no solamente, ¿qué se está muriendo?, sino también ¿a qué le estamos dando vida?, ¿qué se está generando desde el ensamblaje de contradicciones que viven tanto a nuestro alrededor, como también en nuestro interior? No estoy hablando de la construcción de una nueva identidad, muchas veces interpretada como si fuera un objeto sólido, delimitado, puro. Más bien me refiero a un devenir, donde los límites se vuelven borrosos, contradictorios, imprevisibles, generando nuevos territorios. Se trata de nuevas composiciones, es decir, de un nuevo orden y un nuevo continuum, que vuelven anacrónicas las distinciones binarias y a la vez patriarcales que han gobernado a la humanidad hasta el día de hoy. La realidad nunca ha sido en blanco y negro. La vida florece desde lo gris.
Estos son algunos de los interrogantes provocados en mí por Marta Gaviria, la diseñadora de Mon & Velarde, que en Casa Teatro El Poblado en Medellín, el pasado viernes, presentó su última colección, Compost, celebrando así los 11 años de su marca. Fue una puesta en escena experimental, donde de manera intencional los límites entre moda y teatro se hicieron imprecisos, proponiendo un entrelazado original entre el desfile de atuendos y el recitar de un texto dramatúrgico inédito. “La colección está inspirada en la filosofía compostista de Donna Haraway”, me dice Marta Gaviria, sentada en el sofá de un café cerca de su taller. El collage surrealista de notas, recortes y fotocopias que la diseñadora creó para dar sentido a las lecturas de los libros de la bióloga y filósofa Haraway se convirtió en transfers que los invitados a la presentación de la colección pudieron contemplar en chaquetas y camisas en tela de nylon lucidas por modelos que se movían robóticamente. “Los animales, las máquinas, las plantas y nosotros somos esto, compost”, recitó uno de los actores. “Tenemos la respons-habilidad de que todos vivamos existencias plenas”.
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